Matarse lentamente.

Sigo arrojando sueños por el precipicio,
y sigo caminando como si no tuviera nada que perder.
Estoy cambiando y a veces ni me reconozco,
me dejo llevar aún cuando sé que debería parar, pensar y retroceder.

No hay paracaídas para frenar el impacto,
ya no quedan héroes porque no hay princesas que salvar.
Miro a mi alrededor y sólo veo hienas,
que buscan y se ríen de la mala suerte de los demás.

¿Lo sorprendente? que se diga lo que se piense,
se haga lo que se promete y que así perdure lo que uno quiere.
Pero el miedo es más fuerte que la realidad,
y nos deja a los cobardes sin nada a lo que poder aferrarnos en una sociedad que sólo decae.

Asumo que mi cabeza es un bucle de contradicciones,
y que lo que espero no es más que una ilusión errónea de lo que quiero.
Pero soy honesta y siempre voy con el corazón a cuestas,
aunque sigo con la incógnita de si querer o no quererte.


Así que hago lo que puedo:
fumo y bebo, fumo y bebo.

Matarse lentamente puede tener su encanto,
después de todo.